El momento de la firma de la ketuvá, el acta matrimonial judía, es el más importante de la ceremonia. Es con la rúbrica de este documento que se sella el pacto del matrimonio, pero ¿sabés cuál es su contenido, y qué implica firmarla? En principio, analicemos la palabra ketuvá. Literalmente, significa “escrito”, proviene del verbo lijtov, escribir. Por lo tanto, es como una “escritura” del matrimonio, un contrato. Y ¿qué establece ese contrato?
La ketuvá indica los nombres de los novios y de sus padres, en hebreo y en español, los nombres en español y en hebreo de los testigos de boda (de los dos testigos principales), y la fecha de la ceremonia (en el calendario hebreo y, en algunos casos, en ambos calendarios).
Establece, también, que el matrimonio se ha celebrado de común acuerdo, ya que el judaísmo no concibe otra forma de matrimonio. En la actualidad, parece una obviedad, pero, en otros tiempos o en otras culturas, esta cláusula marcaba una importante diferencia.
Luego de esto, se detalla el punto central por el cual se comenzó a utilizar la ketuvá: se dejan por escrito los derechos y obligaciones de la pareja (anteriormente, mencionados sólo como obligaciones del marido): proveerse sustento, amor, respeto, cubrir todas las necesidades espirituales y materiales.
Incluso se establece en la ketuvá que el marido deberá satisfacer las necesidades íntimas de su esposa (mencionadas como “derechos conyugales”) A muchos esto les genera cierta curiosidad, ya que ¿por qué se menciona a la sexualidad como un derecho únicamente de la mujer?
Esto tiene una explicación histórica: en un contexto antiguo, cuando comenzó a utilizarse la ketuvá (y, en algunas sociedades, hasta no hace mucho tiempo) se acostumbraba a que la mujer respondiese al deseo del hombre, incluso contra su voluntad, ya el esposo se adjudicaba derechos sobre ella.
La ketuvá establece, así, que la mujer es dueña de decidir cuándo tener relaciones íntimas, de negarse y también de exigirlo. Así, el judaísmo prohibió que un esposo forzara a su mujer a tener relaciones, lo cual, dentro del marco del matrimonio, aún estaba bien visto en otras religiones. Por lo tanto, la ketuvá
establece que el hombre debe satisfacer sexualmente a su esposa, pero también respetar sus tiempos y dejar que sea ella quien decida.
La ketuvá también habla del divorcio, por supuesto, como todo contrato (que por ser religioso, no deja de ser legal), estipula bajo qué condiciones puede dejarse sin validez ese mismo pacto.
Las ketuvot de la ortodoxia más rígida o las utilizadas hace varios siglos mencionan que sólo el hombre podría pedir el guet (divorcio) ante un tribunal rabínico. Si una mujer desea pedir el divorcio puede hacerlo, pero, para las corrientes más tradicionalistas del judaísmo, si el hombre no lo acepta, ella continúa casada.
En los textos utilizados en los casamientos modernos, así como se admite la reciprocidad de todos los derechos y obligaciones que ya mencionamos, también se incluye una cláusula que se conoce en la halajá como la “cláusula Lieberman” (introducida por Saul Lieberman, profesor del Seminario Teológico de Norteamérica, en la década del 50’), que otorga a la mujer la autonomía a la hora de decidir un divorcio.
Tal vez hayas terminado de leer y el contenido te pueda decepcionar: esperabas algo de tenor más espiritual, romántico… pero lo cierto es que la ketuvá es un contrato matrimonial, tal como el que firmamos en el Registro Civil, pero hecho bajo la Ley Judía y ante Di’s.
Es importante que conserves tu ketuvá en buen estado y siempre a mano, es la prueba de que son un matrimonio. Es decir, la ketuvá es un contrato entre ustedes y a la vez es un certificado de matrimonio.
Además, será la prueba de judeidad que puedan pedirles a tus hijos cuando quieran ingresar en alguna institución judía, hacer su bar o bat mitzvá o el día en que llegue el momento de que sean ellos quienes se casen…
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