El judaísmo considera el matrimonio como un acto religioso y como una unión sagrada. Para que el matrimonio sea válido, la ley judía exige que ambas partes se unan por propia voluntad y que sean judíos. En la actualidad varias sinagogas realizan ceremonias nupciales en las que el novio o la novia son conversos.
La jupá por lo general consiste en un manto o pedazo de tela y cuatro varas que lo sostienen, es como una casa abierta por todos los costados (como la del Patriarca Abraham), que según la tradición tiene entrada por los cuatro costados, para recibir a los visitantes que vengan de cualquier dirección. También simboliza la luz Divina que rodea toda la creación; así como la jupá cubre a la pareja que se casa, esa luz rodea a todo lo que Di-s creó.
El rito puede ser realizado en el Templo o bien al aire libre. Tiene lugar bajo la ”jupá” que simboliza el futuro hogar de la pareja. Jupá en hebreo es cubrir o proteger, y por lo tanto representa la unión de la pareja. En el sentido de compartir una sola vida, se lo compara con el recibimiento de la Torá en el monte Sinaí, donde las nubes celestiales formaron una jupá para el pueblo judío.
El matrimonio, recibe el nombre en hebreo de “Kidushin” – santificación-, se realiza mediante una ceremonia que se compone por dos actos diferentes y sucesivos: los esponsales “Erusin o Kidushin” y las nupcias – “Nesuin -. La primera incluye las bendiciones respectivas y la entrega del anillo en presencia de dos testigos. Para separar entre las dos ceremonias se lee la “Ketubá” o contrato matrimonial, dando comienzo al “Nisuim”, que consiste en las "Siete Bendiciones” seguidas por el rompimiento de la copa.
La ceremonia comienza cuando el novio camina hacia la jupá acompañado por su madre o una madrina y en algunos casos luego ingresa el cortejo. Posteriormente entra la novia junto a su papá o padrino. En la actualidad varias parejas eligen ingresar con ambos, su padre y su madre. Conviene mencionar que en la tradición judía, los padres de la novia no “entregan” a la hija, como si fuera una mercancía, sino que se unen dos familias. El rabino que oficia la ceremonia recita dos bendiciones sobre una copa de vino de la que beben los novios.
El novio coloca después un anillo en el dedo índice de la mano derecha y pronuncia las siguientes palabras: “Eres consagrada para mí con este anillo de a cuerdo a la ley de Moisés y de Israel”. La novia (a excepción de las bodas ultraortodoxas) también le coloca un anillo a su novio y dice: “yo soy de mi amado y mi amado me pertenece”. Esta parte de la ceremonia es el elemento central más importante del contrato nupcial, según la ley judía que exige que ésta afirmación se haga en presencia de dos testigos. La “ketubá, el contrato matrimonial hebreo, lo lee el rabino, tras lo cual siguen las siete bendiciones nupciales (sheva brajot) sobre una copa de vino de la que beben nuevamente la novia y el novio. Es habitual que el rabino de un pequeño sermón antes de otorgar sus bendiciones a la pareja.
La ceremonia concluye con la rotura por parte del novio de una copa. Esta es una antigua costumbre cuyo propósito es recordarnos en las celebraciones alegres la destrucción del Templo de Jerusalem y de nuestra antigua Tierra y para rememorar el rompimiento de las primeras Tablas de la Ley. Pero también recuerda que el matrimonio es frágil y mantenerlo supone un esfuerzo mutuo y constante. Finalmente los invitados felicitan el nuevo matrimonio con la expresión ¡Mazal tov!, que significa ¡Buena Suerte!.
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