Por motivos prácticos, la mayoría de las novias desea buen clima para el día de su boda, para, por ejemplo, llegar con el peinado intacto al gran momento. Más aún, quienes celebren al aire libre verán la lluvia como una amenaza.
Sin embargo, si ese día tan esperado ocurre que los acompaña la lluvia, tené en cuenta que, para muchas culturas, es un signo de buena fortuna. El saber popular indica que si llueve, así como si la novia llora mucho en su boda, ese día se habrán derramado todas las lágrimas que tendrá esa pareja, que nunca más vivirá penas ni tendrá motivos para llorar.
En Italia, un dicho asegura que “Sposa bagnata, sposa fortunata”, es decir, “novia mojada, novia afortunada” y los franceses suelen decir, en días de boda con lluvia, “Mariage pluvieux, mariage hereux”: “matrimonio lluvioso, matrimonio feliz”.
Se cree que la tradición de asociar la lluvia con la buena suerte proviene de la importancia de ésta para la fertilidad de la tierra. Si nos detenemos a observar en nuestra tradición, los orígenes agrícolas del judaísmo nos han dejado tefilot (oraciones) en las que se pide por la lluvia.
Por lo tanto, para muchas culturas occidentales, influidas por la tradición judeocristiana y por la cultura agrícola, la lluvia es sinónimo de fertilidad. Se dice que una pareja que se casa en un día de lluvia, tendrá muchos hijos.
Si nos fijamos en la cultura oriental, encontraremos otra explicación. Para los hindúes, un matrimonio unido un día de lluvia será más fuerte porque, dicen, un nudo atado que se moja es más difícil de desatar.
Por todo esto, si llueve el día de tu boda, más allá de las complicaciones que pueda traer en los preparativos, sonreí al saber que, según la tradición, el agua te augura un matrimonio sólido y fértil.
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